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Cuando leemos, nos adentramos en un universo nuevo. Compartimos la vida de los personajes, vivimos sus destinos y sufrimos con sus dificultades. Cuando la novela es buena, cuando transmite emoción, el lector vive una gran experiencia emocional y este es el objetivo que debe perseguir un escritor: crear emoción en el lector, llevarle a una experiencia única que le haga reaccionar, le emocione, le haga vibrar, reír o llorar. El escritor se convierte en un mago cuando escribe, tiene que conseguir que el lector se crea durante la lectura que aquellas palabras son tan reales como la propia realidad. Aunque no lo sean, ahí está la magia del escritor, el gran prestidigitador de la ficción. He leído en un artículo que a este fenómeno algunos lo llaman “la suspensión consentida de la incredulidad”, es decir, el lector no debe creerse lo que está leyendo, pero acepta creérselo durante el momento de la lectura. Me parece un término que describe muy bien el momento de una lectura que emociona: “suspensión consentida de la incredulidad”. Y aquí reside precisamente la habilidad del escritor y su maestría: que todo el trabajo previo para estructurar y dar forma a su novela parezca hecho como por arte de magia y que el resultado sea natural, bello y emocionante. Porque un buen escritor no escribe de manera mecánica, sino que es como un artesano que consigue que no se note la técnica, que esta resulte invisible.

Y como señala Carme Font, “La literatura no es la vida real. Puede basarse en ella, describirla, superarla o no alcanzarla. Pero un escritor no debe recurrir a las asociaciones emocionales fáciles ni a la mera descripción de historias verídicas y creer que ello bastará para crear un texto cargado de emoción”. Así que antes de ponerse a escribir, el escritor debe valorar y plantearse unas cuestiones previas para dar forma al material narrativo que tiene en su mente:

1. Qué quiero contar

2. Quiénes son los protagonistas y los personajes secundarios

3. Qué quiero transmitir

4. Quién es el narrador

5. En qué espacio transcurre la obra

6. Cuál es el tiempo narrativo de la historia

7. Cuál va a ser el estilo

8. Qué forma utilizaré para contarla

Y todos estos elementos de la obra: argumento, personajes, tema, estilo, ambiente… deben tratarse desde la emoción interior del escritor. Unas veces se hará de una manera más inconsciente, a través de la inspiración, en otras ocasiones, en cambio, la estructuración de estos elementos que componen la novela será un trabajo más racional y trabajado por el autor. Lo ideal es que la inspiración no asfixie el planteamiento racional y estudiado de la obra y viceversa, que el trabajo racional de la obra no apague la inspiración. Ambos elementos son importantes para el resultado final de la obra. Por ello el autor debe ser consciente de los sentimientos que quiere transmitir y saber modularlos y graduarlos según haga falta, sin dejarse llevar por la inspiración sin más. El autor debe controlar la emoción, para que la emoción no controle a su obra. Pero la emoción del relato debe llevar al lector a una experiencia única y como he comentado antes, es aquí precisamente donde reside la magia del escritor y su saber hacer.

 

Imagen: Photo Dollar Club