Cuando se analiza una obra y se hace un análisis literario hay cuatro cuestiones que se valoran para detectar y evitar los posibles desajustes en la escritura, y que pueden corregirse con una lectura crítica. Por una lado existen errores tangibles, fácilmente detectables porque contradicen las normas gramaticales, como el uso inadecuado de las formas verbales, que puede romper la noción del tiempo y confundir el punto de vista de la narración.
Pero también existen errores intangibles que, sin saltarse ninguna norma, pueden afectar a la eficacia del texto. Esto ocurre, por ejemplo, cuando hay un exceso de adjetivos o de palabras. De estos errores intangibles y cómo evitarlos os voy a hablar a continuación:
1. Naturalidad
Para conseguir esta naturalidad a la hora de escribir, se desaconseja el exceso de literatura y se recomienda al escritor que tenga en cuenta que siempre es “mejor quitar que poner”. Los autores noveles suelen confundir escribir bien con escribir raro y diferente, con complicarse la vida. Hay que evitar cargar los textos de palabras innecesarias y sobreescribir. Para ser auténticos sobra la retórica vacía. Lo importante es la historia, no los adornos y los autores primerizos suelen dar más valor a los adjetivos que a la historia. Si no hay naturalidad, entonces no hay verdad. Cuando el autor adorna mucho su historia, la disfraza. Ocurre entonces que los hechos pierden fuerza y las palabras se convierten solo en adornos vacíos de significado y naturalidad.
2. Visibilidad
Para que una escritura sea visual y plástica, el autor tiene que conseguir que su novela no esté llena de frases y conceptos abstractos. Lo importante es mostrar a través de cosas tangibles, detalles y acciones reales y breves. Todo lo que sea previsible le resta visibilidad al texto. Si un autor narra escenas confusas llenas de términos abstractos, será muy difícil entrar en la historia y creerse a los personajes. Por lo tanto, para que un texto sea eficaz tiene que “verse” como si se tratar de una película. Porque una cosa es “decir”: “María está contenta” y otra muy diferente es “mostrar”: “María no paraba de reírse”. Así no es lo mismo “explicarle” una cosa al lector, que “contársela”. No es lo mismo hacer una reflexión sobre los personajes, que hacer ver sus acciones a través de sus diálogos de manera mucho más viva. La manera más sencilla de mostrar lo que ocurre es a través del propio discurso de los personajes, así se refleja exactamente lo que está sucediendo. En cambio para explicar, el autor recurre al resumen a través del lenguaje del narrador, lo que elimina la particularidad y la individualidad de los personajes y sus acciones. En resumen, un libro nos atrapa cuando podemos ver el escenario con claridad y a sus personajes moviéndose por él.
3. Continuidad
Si una novela se lee con facilidad es porque la historia se narra de una manera ligada y continua. Hay textos farragosos, complicados de leer que nos obligan a una lectura muy atenta para poder seguir la narración. En cambio, un texto ameno nos lleva él solo por las diferentes partes de la trama, nos atrapa y nos guía con pistas que va dejando el autor. Una historia bien ligada y con continuidad es una historia que se leerá con facilidad y consigue que el lector siempre esté situado en el contexto de la acción, sin perderse. Una de las claves para que un texto mantenga nuestra atención se basa en la repetición de las cuestiones que importan en el momento oportuno de la narración. Pero tiene que ser una repetición muy natural y oportuna. Cuando la repetición es buena, el lector no se da cuenta de que está ahí, pero le hace la lectura más amena.
4. Persuasión
La persuasión es la cualidad que debe tener un texto bien escrito. El escritor tiene que convencernos, hacernos creer que aquello que nos cuenta merece la pena leerse, persuadirnos a qué sigamos leyendo. Convertir sus palabras en razones. Si una obra no es persuasiva en su contenido y en su forma, no tiene fuerza, no conquista al lector.
Imagen: Photo Dollar Club