Si tu novela tiene un buen arranque y no pierde fuerza en el clímax, sería una pena que tuviera un final poco creíble. Todo tu esfuerzo se derrumbaría. Lo que espera el lector es que el protagonista resuelva sus problemas de manera creíble y razonable, así que hay que evitar resolver la trama con una situación o un elemento que antes no se había mencionado. Cuando esto ocurre parece que el autor se da cuenta de que algo no funciona en la trama de su novela y decide dar un giro inverosímil al desenlace. Pero así no conseguirás un buen final para tu novela. Os dejo aquí unos consejos para no caer en la tentación de arruinar vuestras novelas en su desenlace.
No cambiar repentinamente de género
Una novela romántica que termina siendo de ciencia ficción, o un thriller que se convierte en una novela fantástica no es el camino acertado para que tu novela triunfe. Si ese es tu deseo, mejor no esperar al final para ofrecer ese cambio de género al lector que en ningún caso va a entenderlo. Hay que ser coherentes y si al final resulta que la culpa de todo la tiene un fantasma o un platillo volante, el autor tendrá que hacer el esfuerzo de que ese fantasma aparezca también a lo largo de la trama y no solo en las ultimas diez páginas.
No omitir hechos relevantes
Si sabes dónde o cómo termina tu historia pero no sabes cómo llegar hasta allí, tendrás un problema. No vale llegar al desenlace y decir: “Todo se resolvió gracias a las conversaciones concluyentes entre él y su padre…”, si no muestras esa conversación concluyente o “Finalmente Elvira maduró y las cosas nunca volvieron a ser iguales”, sin mostrar esa evolución de Elvira.
Escribir una novela es como bordar una tapicería con hilos de muchos colores: es un trabajo artesanal de cuidado y disciplina. Isabel Allende
Deshacerse de personajes de manera injustificada
Hay tramas complicadas y enrevesadas en las que el autor decide liquidar a todo personaje que le resulte incómodo porque no sabe cómo resolver el lío en el que se ha metido él y a sus personajes. Pero ten en cuenta que este recurso no es solo el fin de ese personaje en cuestión, sino que sería el fin también de toda posibilidad de éxito de la novela. Hay que evitar aquellas desapariciones de personajes demasiado oportunas que hacen saltar las alarmas de los lectores que saben que el autor ha empezado a hacer trampas. Si un personaje tiene que morir o desaparecer, ve dejando pistas y prepara el momento para que al menos resulte creíble y oportuno.
Explicaciones rebuscadas y densas
Hay finales que abruman. Y lo hacen porque el autor, en lugar de aligerar y resolver la trama, parece recrearse en explicaciones a última hora de hechos que a esas alturas de la trama —en el desenlace— no debería ser necesario explicar de manera tan detallada. Caer en la tentación de ofrecerle al lector una subtrama de la trama cuando lo que quiere leer es el final de la historia es una manera como otra cualquiera de perder lectores. Cualquier explicación final debe ser sencilla para no agotar la paciencia de los lectores. Y en lugar de dar explicaciones finales a modo de sorpresa, intenta ir explicando esos hechos a lo largo de la trama.
El gran finale
Terminar una novela explicándole al lector las ideas filosóficas que el autor ha ido desgranando a lo largo de la novela es una manera de atormentar a tu lector y darle argumentos para que no vuelva a leer ninguna novela tuya. Esas ideas, si la novela está bien escrita y bien narrada, no se tendrían que volver a recapitularlas al final en ese gran finale que casi todos los lectores nos saltaremos sin remedio, ya que normalmente no guarda relación con la novela y sí con las ideas filosóficas de su autor
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