David Bradley, escritor y profesor de literatura, habla en su libro Letters to a fiction writter de las dificultades que supone a veces indicarle los defectos  de su manuscrito a alguien que aspira a publicar, a un aspirante a escritor. Comenta, aunque me parece algo exagerado que “Alguien al que terminan de notificarle que su manuscrito ha sido rechazado es como un oso furioso con almorranas”… exagerado, pero como símil resulta divertido…

Me he leído algunas de sus notas y por a mi trabajo como Asesora literaria me parece muy interesante compartir sus experiencias en este artículo porque me han parecido muy adecuadas. Yo no me he encontrado con ningún caso hasta la fecha y mis clientes-escritores son personas fantásticas, agradecidas, abiertas a los comentarios sobre sus manuscritos y con ganas de mejorar sus textos. Pero como dice Pepe Roma en su libro La trastienda del escritor, “Las correcciones molestan sobre todo cuando se trata de jóvenes convencidos de que han hecho algo muy excepcional y sienten auténtica paranoia ante la idea de que alguien pueda influir en su historia”.

Bradley añade por su parte que todo lo que sostiene al joven aspirante a escritor es la fe en su talento y a veces esto le impide ver que nadie más que él piensa que es escritor y además podría ser que lo que escriba “no sea tan bueno”. Yo personalmente creo que la humildad es un rasgo que distingue al buen escritor —que quiere aprender y se deja aconsejar—, del escritor soberbio y poco modesto que no confía en nadie y solo ve lo que ha escrito en términos de perfección. “Solo en la medida que seas capaz de reconocer que puedes escribir mal, serás capaz de pasar del estadio de wanabe —del quiero ser— al de “ser” escritor”. Esta frase de Bradley me parece no solo muy acertada, sino rotunda y muy oportuna.

Pero es cierto que muchos escritores piensan que no les publican porque no son conocidos y que si su obra la enviara un escritor conocido, la publicarían. Y Bradley parece estar de acuerdo en este punto : “ Seguramente el mismo editor haría las mismas críticas si la misma obra por la que ha rechazado a uno de estos escritores sin experiencia se la presentará uno con experiencia. Pero en el caso de este, probablemente le daría un voto de confianza, esperando que la profesionalidad del autor le permita desarrollar lo que todavía es un manuscrito en ciernes. Los escritores sin experiencia no gozan de este voto de confianza, entre otras cosas porque aún no han acreditado que sean capaces de terminar lo que han esbozado en su manuscrito” que al ser el primer borrador, es eso, un borrador sobre el que habrá que empezar a reescribir, pulir, cortar y quitar… y a veces esto no es fácil de digerir por un escritor novel. Me parece muy interesante lo que comenta Pepe Roma en La trastienda del escritor: “ Empezar a dudar de lo que has escrito al tiempo que mantienes la fe en lo que todavía no has escrito, pero puedes llegar a escribir. Ese es un paso que no todos logran”. Y es que la prisa por publicar es uno de los principales obstáculos a la hora de aprender, de completar el puente, como señala Pepe Roma.

Creo que los autores con más posibilidades de llegar a publicar son aquellos que confían en su instinto, pero que saben que las críticas constructivas pueden mejorar su obra. El primer borrador del manuscrito no es ni debería ser el último y un escritor que no confía en las correcciones no entiende el proceso de escritura. Y esta prisa por publicar puede además llevar saltarse etapas, como pensar que se puede llegar a ser escritor sin antes ser lector o como señala Pepe Roma, saltarse esa primera etapa por la que han pasado los grandes escritores: un primer tiempo en que uno solo escribe para sí, por el gozo de escribir, sin utilitarismos ni finalidad alguna.