La literatura clásica estaba repleta de descripciones bastantes exhaustivas y detalladas, mientras que en la literatura moderna se utilizan lo mínimo. Si comparamos, por ejemplo, las descripciones tan elaboradas de la trilogía de El señor de los anillos de J. R. R. Tolkien con las descripciones de las series de Harry Potter de J.K. Rowling podemos hacernos una idea. En ambos casos las descripciones se utilizan para ayudar a los lectores a visualizar e imaginar el mundo fantástico en el que tiene lugar las historias. Pero Rowling no utiliza mucho espacio de sus libros con largas descripciones, ya que prefiere dejar más espacio para las escenas y la acción, mientras que Tolkien, al contrario, sí hace largas descripciones de un lugar a lo largo de muchas páginas, deteniendo la acción. Pero esto no solo les ocurre a Tolkien y a Rowling. Si comparamos cualquier texto de principio del siglo XX con obras de la actualidad vemos que ahora no se dedica mucho tiempo ni espacio a las descripciones.
La influencia del cine, la televisión y la fotografía han provocado este cambio tan radical en el uso de las descripciones en la literatura de nuestros días. Ahora tenemos acceso a muchas imágenes y lugares que conocemos gracias a los medios de comunicación, al contrario que en el siglo XIX o principios de XX, ya que entonces si no habías viajado personalmente a una isla exótica o a un determinado país, necesitabas las descripciones de los libros para saber como eran esos lugares. Ahora, aunque no hayamos viajado a muchos de estos lugares, los conocemos por haberlos visto en imágenes. Pero aunque el lector del siglo XXI no necesite muchas descripciones, el escritor debe desarrollar y trabajar su capacidad para describir de una manera precisa y adecuada utilizando el menor número de palabras y páginas y eliminado lo que sobra por innecesario. El escritor debe conseguir describir personajes, acciones y lugares, dejando espacio para la imaginación del lector, es decir, sin describir hasta el más mínimo detalle y dejar que los diálogos guíen al lector en su lectura según se va desarrollando la trama.
Si lo que el escritor quiere es describir un mundo imaginario, tendrá que utilizar las palabras con destreza y seleccionarlas hábilmente. Las descripciones pormenorizadas de mundos fantásticos necesitan una labor de selección de las palabras adecuadas por parte del escritor para describir lo fundamental del paisaje o de la escena imaginada y de las criaturas que lo habitan, utilizando un lenguaje en sus descripciones que cautive al lector y que no resulte pesado o excesivo.